Las figuras religiosas se erigieron desde siempre como "modelos" de una sociedad y una cultura determinadas. Modelos de ética, de generosidad, de sacrificio, etc. En un sentido aparentemente opuesto la sociedad de consumo y el mundo moderno también construye todo el tiempo sus "modelos".
Son ideales de apariencia física, de belleza, de delgadez, de standard de vida. Ingenuo sería no considerar a
la muñeca Barbie (y a su derivado,
Ken) en este último sentido.
Sólo a la luz de un análisis simbólico es que vale la pena evaluar la obra de los artistas rosarinos
Pool Paolini y Marianela Perelli. La Difunta Correa, la Virgen de Luján, la de Itatí, María Magdalena... el Gauchito Gil, San Cayetano, San Roque, San Expedito... Muchas imágenes fueron citadas y llevadas a la lógica de la muñeca más famosa del mundo.
La operación es tan simple y tan compleja como eso:
desenmascarar -por un lado- el rol de Barbie como formadora de estereotipos y "valores"; y en la misma acción poner al descubierto la mercantilización de la fe que se hace a través de las imágenes religiosas. No es casual -creo yo- que los primeros "ofendidos" del caso fueron los representantes de un culto bastante lucrativo del interior argentino. Veamos la serie completa
acá y
acá.