El 9 de marzo el Gobierno Nacional dio a conocer a través del Decreto 191/2018 la nueva Marca Argentina. Como era de esperar los diseñadores gráficos argentinos practicamos nuestro deporte favorito "La Gran Cacería del Logo". Algunos con ametralladora de grueso calibre, otros con sutiles dardos envenenados... no importa. No faltó quien, con espíritu conciliador, pidió calma hasta no conocer los pormenores del encargo, las propuestas preliminares y el partido conceptual adoptado.
Nos enseñaron que el diseño de identidad responde a una necesidad comunicacional, que debe haber objetivos, que deben analizarse los escenarios desfavorables y controlar el margen de error... Evidentemente era otra época -y no me refiero a este desarrollo en particular porque tampoco conozco los detalles-. Pienso que el diseño "emocional" no está circunscrito (como por ahí creíamos) al diseño publicitario y al de campaña. Tampoco creo que esta nueva tendencia busque "convencer", sino más bien "reforzar": ponerle la cereza al postre de un relato que ya está construido y funcionando en circuito cerrado, inmune a las amenazas externas y a las opiniones divergentes.
Pienso, sin certezas de ningún tipo, que tal vez estamos midiendo con la herramienta inadecuada, y tal vez nuestra búsqueda hoy pase por ahí: encontrar los parámetros para explicar un fenómeno que está en este momento en su máximo esplendor.
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